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Las bibliotecas de La Guajira: entre la memoria y el olvido

  • Foto del escritor: Verboclaro
    Verboclaro
  • 11 ene
  • 8 Min. de lectura

Actualizado: 25 may


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Por: Verboclaro


En una época donde las redes sociales dominan la atención y la inmediatez ha reemplazado la reflexión, las bibliotecas de La Guajira enfrentan un proceso de deterioro debido al abandono institucional. Estos espacios, que deberían ser centros de conocimiento, luchan por sobrevivir. Lejos de ser simples repositorios de libros, las bibliotecas son puntos de encuentro para ideas, recuerdos e historias. ¿Por qué la sociedad guajira y el Estado permiten que estas instituciones esenciales se desmoronen?


La Guajira, conformada por 15 municipios y con una población de 1.015.909 habitantes en 2023, vive una realidad dolorosa. El sol funde sus rayos con el desierto, mientras el Caribe acaricia las costas, pero las bibliotecas de esta tierra no encuentran protección. Las estanterías sin catalogación bibliográfica, las computadoras obsoletas, los espacios inutilizados y los edificios en ruinas son testigos mudos de un abandono que ya dura décadas.


Esta es una realidad que debería ser inaceptable, especialmente en una región donde el analfabetismo en las zonas rurales supera el 12 %.

Según el DANE, el 37,4% de los habitantes de La Guajira son analfabetas. De igual manera, el Centro de Pensamiento Guajira 360 señala que los municipios con mayor incidencia de analfabetismo son Uribia (49,5%), Manaure (49,2%), Dibulla (35,4%), La Jagua del Pilar (21,9%), Albania y Maicao (21,4%).


La Encuesta Nacional de Lectura (ENLEC) de 2017 muestra que, en Riohacha, solo el 30,0% de los individuos de 5 años y más visitaron las bibliotecas de la ciudad. A pesar de este bajo porcentaje de visitas, la misma encuesta muestra que un 90,6% de los habitantes en la ciudad leen libros en formato impreso.

Esto demuestra que, aunque la lectura es una práctica común, tanto el acceso como las estrategias de las bibliotecas siguen siendo limitados.


Para que estas instituciones alcancen su potencial como espacios de encuentro, aprendizaje y reflexión, es fundamental no solo eliminar las barreras físicas, sino también implementar acciones que las acerquen a los usuarios, llevando los servicios bibliotecarios directamente a las comunidades. El problema de las bibliotecas en La Guajira no es solo una cuestión de infraestructura, sino también de memoria y justicia.


En una tierra golpeada por varias masacres como la de Bahía Portete en 2004, las bibliotecas deberían ser guardianas de la memoria colectiva, refugios donde las historias de las víctimas se preserven y se les dé voz.

Sin embargo, la violencia ha intentado vaciar de significado esos espacios, transformándolos en lugares vacíos de sentido y de propósito.


Las bibliotecas de La Guajira tienen el potencial de convertirse en epicentros de reflexión, donde se fomente el diálogo. Son espacios donde las distintas voces pueden convivir sin enfrentarse, y donde las ideologías, aunque distintas, encuentran su lugar en un mismo sitio. Este potencial no se debe desperdiciar. La crítica no debe quedarse en lo superficial, sino que debe centrarse en un llamado urgente a la acción, instando al Estado y a la sociedad a reconocer la necesidad de revitalizar las instituciones bibliotecarias como espacios esenciales para el futuro de la región.


La situación no es únicamente económica, sino también moral: la falta de interés por parte de las autoridades refleja un temor subyacente a fomentar una ciudadanía crítica e informada. Las bibliotecas, al ser espacios de acceso libre al conocimiento, representan una amenaza para aquellos que buscan mantener el control político a través de la desinformación y la manipulación. Por ello, el desinterés de la clase política en el desarrollo de estas instituciones resulta aún más alarmante.


La opacidad y el abandono de estos espacios se convierten en herramientas de control que limitan el acceso a la educación y al pensamiento crítico. Aún hay esperanza: la historia demuestra que las bibliotecas pueden y deben ser mucho más que un simple depósito de libros. Son centros culturales, lugares vivos donde niños, jóvenes y adultos de comunidades wayuu, afrodescendientes, wiwas, koguis, arhuacos (ikus), kankuamos, árabes, zenúes, ingas y cariachiles pueden aprender, cuestionar, reflexionar y conectar con su historia. 


La música vallenata y las historias locales pueden encontrar un espacio en ellas, preservando así la identidad cultural de la región. El proceso de revitalización de las bibliotecas en La Guajira debe ir más allá de una simple mejora en su infraestructura y la difusión de anuncios en los medios de comunicación locales, nacionales e internacionales. Debe convertirse en un compromiso social, un esfuerzo colaborativo entre el Estado, la sociedad civil y la comunidad en general.


Es indispensable un enfoque activo y coordinado con todos los actores que conforman el ecosistema bibliotecario en el departamento, donde no primen los egos, sino el objetivo común de asegurar que las bibliotecas no solo sobrevivan, sino que florezcan como verdaderos espacios de aprendizaje, reflexión y desarrollo para la región.


La respuesta institucional debe ser clara


En octubre de 2024, presenté una solicitud formal tras una reunión con la directora de la Biblioteca Nacional de Colombia, Adriana Martínez Villaba García.

Esta acción se llevó a cabo con el propósito de comprender mejor la situación crítica por la que están atravesando las bibliotecas en La Guajira.


Como resultado, el derecho de petición fue trasladado al gobernador de La Guajira, Jairo Alfonso Aguilar Deluque.

El derecho de petición incluye una denuncia y solicita la implementación de acciones específicas para mejorar el estado de la Biblioteca Departamental Hermana Josefina Zúñiga. Las medidas propuestas abarcan la implementación de un sistema automatizado de préstamo de libros, el mantenimiento urgente de las instalaciones, la asignación de personal capacitado y la modernización de los recursos bibliográficos.


Aunque la Biblioteca Nacional de Colombia realizó el traslado, la responsabilidad de ejecutar estas acciones recae en el gobierno departamental. A pesar de que la Dirección de Cultura, Juventud y Género de La Guajira, encargada de administrar la Biblioteca Departamental Hermana Josefina Zúñiga y gestionar la red departamental de bibliotecas públicas de La Guajira, ha dado algunos pasos tras la radicación de este derecho de petición, aún queda mucho por hacer.


Es fundamental profundizar en la comprensión de esta crisis y avanzar hacia la despolitización de los cargos en las bibliotecas municipales, instando a las administraciones locales a convocar concursos de méritos para ocupar estos puestos. Un ejemplo, a pesar de las enormes dificultades que aún enfrenta, es la Biblioteca Departamental Hermana Josefina Zúñiga.

Actualmente, esta institución cuenta con un funcionario en propiedad, Ever Yepes, quien asumió la responsabilidad de su administración tras obtener el cargo mediante un concurso de méritos.


Muchas bibliotecas municipales de La Guajira están dirigidas por personas que, aunque algunas han adquirido experiencia con el tiempo, otras carecen de capacitación en gestión bibliotecaria y administración de información. En numerosos casos, quienes ocupan estas posiciones lo hacen debido a acuerdos políticos más que por competencia o preparación adecuada. Algunos responsables de estas entidades muestran resistencia a adoptar procesos tecnológicos que podrían modernizar y fortalecer los servicios bibliotecarios.


Este panorama perpetúa la improvisación que afecta gravemente el desempeño y la funcionalidad de las instituciones bibliotecarias. Es evidente que se requiere un compromiso más sólido y decidido por parte de la actual administración departamental para asegurar que las bibliotecas de la región no solo sobrevivan, sino que se transformen en espacios modernos y funcionales que realmente sirvan a la comunidad.


También es necesario apostarle a las bibliotecas comunitarias, fundamentales para el acceso al conocimiento en las zonas más apartadas.

En un país donde la brecha entre la información digital y la tradicional sigue creciendo, las bibliotecas deben ser consideradas como bastiones de conocimiento y memoria. Sin embargo, en La Guajira, estas instituciones se enfrentan a una realidad dolorosa: el olvido y el abandono institucional. ¿Por qué no se han implementado las acciones necesarias para proteger estos espacios que pueden transformar la región?


En un segundo derecho de petición, radicado el 12 de diciembre de 2024, en el que busqué profundizar aún más en la comprensión de la crisis de las bibliotecas, la Secretaría de Hacienda Departamental de La Guajira, a través del Área de Rentas, me proporcionó el 24 de diciembre de 2024 los datos sobre los recursos recaudados mediante la Estampilla Pro-Cultura.


Según el informe recibido, durante el año 2023 se recaudaron $1.346.286.552 pesos M/L, y hasta el 30 de noviembre de 2024, la cifra alcanzó los $1.669.863.791 pesos M/L. De la cifra correspondiente a 2024, que asciende a $1.669.863.791 pesos M/L, el 10% debe ser destinado a las bibliotecas, lo que equivale a $166.986.379 pesos M/L (aproximadamente). Por otro lado, del recaudo de 2023, que es $1.346.286.552 pesos M/L, el 10% correspondiente para las bibliotecas es $134.628.655 pesos M/L (aproximadamente).


Si sumamos ambos porcentajes, el total que debería destinarse a la inversión en las bibliotecas es $301.615.034 pesos M/L (aproximadamente). Estos fondos son cruciales para garantizar que las bibliotecas públicas cuenten con los recursos necesarios para ofrecer servicios de calidad y fortalecer su papel en el desarrollo cultural y educativo de la región.

Sin embargo, al ser consultados sobre cómo se han destinado estos recursos, la respuesta fue que debía dirigir la solicitud a la Dirección de Cultura, Juventud y Género de La Guajira, la encargada de la ejecución de estos fondos.


Y aquí surge una pregunta que inquieta: ¿acaso las bibliotecas no deben ser prioritarias en este tipo de inversiones? Según la Ley 2056 de 2020, en su artículo 35, se establece que los proyectos de inversión deben priorizar áreas como la educación, la conectividad a internet en zonas rurales, y la infraestructura educativa. ¿Por qué no están las bibliotecas en La Guajira incluidas en esta priorización?


Además, de acuerdo con la Ordenanza N.º 388 de 2014 de la Asamblea Departamental de La Guajira, los recursos de la Estampilla Pro-Cultura y Pro-Desarrollo Fronterizo deberían destinarse a diferentes proyectos clave para el fortalecimiento de la cultura y la educación.

La ordenanza establece que un 10% de estos recursos se destinará específicamente al fortalecimiento y construcción de la red de bibliotecas públicas departamentales.


Sin embargo, en La Guajira, el déficit de bibliotecas bien equipadas y gestionadas sigue siendo una realidad palpable. ¿Por qué no se están cumpliendo estos lineamientos en una región tan necesitada de infraestructura cultural? Por otra parte, la ordenanza indica que el 3% de los recursos de la Estampilla Pro-Desarrollo Fronterizo debe usarse para mejorar la infraestructura y dotación de las bibliotecas departamentales.

Las administraciones gubernamentales actuales en el departamento parecen estar priorizando la promoción de eventos superficiales que, aunque son importantes en su propio contexto, no abordan de manera estructural las necesidades profundas de la región.


Este enfoque refleja un sistema que privilegia lo aparente y pasajero sobre lo esencial y estructural. Es un fenómeno en el que el consumo constante de imágenes y sensaciones materiales e inmateriales efímeras se convierte en una herramienta de control social, desviando la atención de los problemas reales, como el hambre, la desnutrición, el analfabetismo, la falta de agua y la desigualdad persistente. Este mecanismo de gobierno genera una falsa sensación de desarrollo, mientras las necesidades fundamentales siguen sin ser atendidas.


En La Guajira, la sociedad se ha ido enfocando cada vez más en un estilo de vida cultural (superficial), donde prevalece el espectáculo.

Algunos habitantes, especialmente los jóvenes, parecen haber dejado atrás épocas de mayor conexión cultural y reflexión. Aquí radica la importancia de las bibliotecas, como elementos clave para lograr una mejor integración de los valores culturales y evitar el deterioro de la cultura y la pérdida de cohesión social.  


También es esencial vincular las bibliotecas con otras experiencias, asegurando su integración en áreas económicas, políticas y sociales, para que se conviertan en el núcleo del desarrollo regional. La Estampilla Pro-Cultura es una herramienta de recaudo, pero necesita una distribución justa y responsable de los recursos. Es urgente que estos fondos se utilicen para garantizar el acceso a bibliotecas modernas y bien equipadas, capaces de ofrecer servicios de calidad a toda la población.


Es necesario que la ciudadanía, a través de los mecanismos de control establecidos por la Constitución de 1991, realice un seguimiento adecuado de la inversión de estos recursos, para que puedan conocer cómo se han utilizado y los costos de cada elemento adquirido.

Las bibliotecas no deben ser solo lugares de lectura, sino también centros de encuentro, reflexión, aprendizaje y construcción de identidad.


Tampoco se debe permitir que se conviertan en espacios vacíos, símbolos de presunta corrupción, porque perderían todo su sentido como centros de conocimiento. El gobierno departamental, las autoridades locales y la sociedad civil deben unirse para revertir el olvido.

Las bibliotecas son la base de cualquier comunidad que aspire a un futuro más justo y equitativo.


La revitalización de las instituciones culturales no es solo una necesidad, sino una obligación moral. Solo mediante un esfuerzo conjunto se podrán cerrar las brechas educativas y culturales que persisten en La Guajira.


En un mundo que tiende a olvidar, las bibliotecas recuerdan.

 
 
 

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